EL SOLAR ASTUR

El Reino de León y el mal llamado Reino de Asturias (la traducción real en un incorrecto latín ‘Asturorum Regnum’, que debería ser ‘Asturum Regnum‘, es “el Reino de los Astures”) es, aunque la Historiografía de los últimos tiempos autonómicos diga lo contraro, el mismo desde sus inicios en el 732 si consideramos a Pelayo el primer monarca del mismo.

La propia imagen que encabeza este artículo ya lo muestra: si el territorio del reino que tuvo las sedes de su Corte en Cangas de Onís, Pravia, San Martín del Rey Aurelio y Oviedo coincide con el mismo territorio en el siglo X que el reino que trasladó la sede regia ovetense más al sur de la Cordillera Cantábrica a la ciudad amurallada de la vieja Legio VII Gemina, ya llamada León, lo lógico es pensar que son el mismo. Aún con nombres distintos, incluso entre los musulmanes y los europeos, ya que al coincidir con la provincia romana de la Gallaecia, a los asturlegionenses se les conoce como los ‘gallegos’ en el continente o los de ‘Yiliqqiya’ entre los islámicos.

UNA MURALLA DE MONTAÑAS

Y es que no es baladí que sobre el terreno la zona astur (y la cántabra) fueran el lugar desde donde los cristianos comenzaron la recuperación del territorio de la península ibérica a los musulmanes. Ya en tiempos de los romanos estas dos tribus protagonizaron una de las guerras de resistencia más sangrientas y difíciles del incipiente Imperio Romano. Por llegar, llegaron a robar un Águila de Legión al emperador Augusto casi treinta años antes de la mucho más famosa por el cine derrota de Teotoburgo ante los germanos.

Los romanos sufrieron lo indecible (ver vídeo) para sojuzgar a los astures y cántabros desde el 29 al 19 antes de Cristo. Y tuvieron que destinar varias legiones en la zona durante más de cincuenta años para controlarlos, ya que se sublevaron aún varias veces contra su poder. Eso permitió que León terminara siendo una fortaleza inexpugnable, ya que la Legio VII Gemina, que estuvo más de tres siglos acantonada en ella construyó la muralla más potente de la península ibérica; que luego sería crucial para la instalación de la Corte del Reino Asturlegionense en el siglo X.

Aún así, cuando ya estaban estas tribus más o menos romanizadas, llegó la caída política del Imperio Romano de Occidente, con lo que los pueblos bárbaros tomaron posiciones en la penísula ibérica. Contrariamente a lo que se cree, los visigodos sólo tuvieron poder sobre las futuras León y Asturias durante 126 años, ya que hasta el 585 lo que venía a ser la Gallaecia estuvo dominada por los Suevos.

El reino astur, al que siempre se le apunta como visigótico, terminó instalándose en sus primeros cien años en lo que vendría a ser también el solar suevo. Es más, el reino visigodo de Spania sólo estuvo completo durante poco más de 85 años desde que expulsaran a los bizantinos definitivamente en el 624.

El caso es que cuando los musulmanes derrotaron a los jetas en la mítica batalla de Guadalete en 711, lo que se produjo en la península ibérica fue un cambio de gobernantes de forma celérica. Los condes visigodos cambiaron de religión sin inmutarse, incluso los de la zona de los astures y cántabros.

Pero el pueblo astur no lo comprendió, y la leyenda dice que un tal Pelayo se levantó en armas contra las fuerzas islámicas y les venció rotundamente en la mítica (y fantasiosa) batalla de Covadonga. El caso es que da igual cómo fuera aquel enfrentamiento militar en lo más hondo de la Cordillera Cantábrica, a partir de ahí, junto a la alianza con el conde de Cantabria sobre la tercera o cuarta década del siglo octavo, los cristianos comenzaron a recuperar terreno. Las actuales Galicia, el norte de Portugal, León, Zamora, Palencia, Cantabria, Burgos y parte de Euskadi terminaron bajo su poder.

Ya por aquella época, y hasta mediados del siglo siguiente, los astures, galaicos y cántabros (entre los que se incluirían los vascones, mucho menos fieros de lo que se pintan hoy) realizaron una política defensiva creando lo que se ha venido a llamar el ‘Desierto del Duero‘ (que no estaba despoblado realmente, sino que era una frontera de destacamentos militares poco dada a la conservación de poblaciones civiles), que fue la primera línea de defensa estratégica adelantada a las murallas naturales cantábricas. En el 757, pocos años después del mítico Pelayo, la ciudad de León estaba dentro de la órbita cristiana.

Y el reino original de los astures llegó, con Alfonso III el Magno a la zona del Duero. Y a ‘recuperar’ para siempre León sobre el 850 (una ciudad de la que se sabe poco o nada desde el siglo V al IX, y de la que hay serias dudas de que no fuera una ciudad ‘autónoma’ más o menos libre de la influencia de suevos, visigodos y musulmanes; aunque se han encontrado piezas islámicas de primeros del siglo VIII en su interior).

Es al final de su reinado cuando el traslado de la Corte a León era tan evidente desde el punto administrativo y político que desde que gobernaron su hijos tras hacerle renunciar al trono (910) se le comenzó a llamar definitivamente el Reino de León. Con Ordoño II como el primer rey leonés de importancia (914-924), tanta que una de las arterias principales de la ciudad lleva su nombre.

Con la llegada al poder de su hijo, Ramiro II, años más tarde (931-951) los leoneses comenzaron a crear serios problemas al ya Califato de Córdoba. No en vano terminaron llamándole el Diablo, mientras que los cristianos le llamaron el Grande. Pero las sonoras victorias de este monarca dieron paso a una guerra civil de gran importancia en el territorio cristiano a su muerte, en la que hubo cinco reyes en los siguientes 35 años.

Y cuando la cosa pareció recuperarse políticamente, con Vermudo II, llegaron LAS RAZZIAS DE ALMANZOR y la contracción del reino casi hacia la altura de las ciudades de Astorga, Oporto, León y Burgos. Este reinado fue tan calamitoso, con prácticamente todas las villas y ciudades arrasadas (incluyendo su capital, León) y de tan poca estabilidad entre los condes de la frontera que al pobre Vermudo le terminaron llamando el Gotoso.

Y sin embargo, todas aquellas desgracias que estaban destrozando al antaño orgulloso Reino de los Astures fueron las que provocaron la necesidad de reformar EL FUERO JUZGO con una legislación que impusiera los hábitos de las nuevas necesidades que permiteran la rápida repoblación de los lugares perdidos ante los agarenos. Y que su hijo, Alfonso V, fuera el de los Buenos Fueros; el rey que cambió la Historia de los Derechos Fundamentales en Europa… y el que permitió que sus súbditos se lanzaran a conseguir EL MÁXIMO ESPLENDOR del Reino de León y sus FUEROS.

Nota: para conocer mejor la extensión del reino de León a lo largo de la Historia, es recomendable leer el blog del historiador Ricardo Chao llamado: ‘Corazón de León‘ y su libro ‘Historia de los Reyes de León‘, además de la cantidad de información que se puede leer en la sección de DOCUMENTACIÓN de este especial sobre el Fuero de León de 1017.